En todos hay un escritor. Por más escondido que este se encuentre. Algunas veces se manifiesta y quiere ser la voz de muchas voces y la de uno mismo. Ser testigo y narrador de nuestra historia, amigo y enemigo de nuestros miedos y alegrías, tratar a la realidad como una igual, subyugar lo indomable y liberar lo oprimido. Combatir la intolerancia en una guerra sin cuartel a palabra suelta. Desafiar a nuestra propia inteligencia y re-definir las reglas en las cuales se basa nuestra ya tan reestructurada sociedad. Pero lo más importante sea, tal vez, la indescriptible sensación que nos produce, el dibujar con nuestras palabras en la imaginación de otros.

Bienvenidos.

C.A.

jueves, 28 de abril de 2016

Liberacion

Ayer, en la oscuridad de una tarde de abril, con el viento sur soplando inclemente, recordándonos como el invierno nunca se va, ese hijo de puta solo descansa un rato; ayer, me cruce con “el flaco”.

Venía de procurar substancias, de golpear el portón de madera  alto y torcido, por los cientos de colgados que justamente ensayan el trapecio de la colgadera en el, esperando escapes o re-encuentros violentos, por gramo. La boca del barrio pública y secreta, por nadie desapercibida.
Colocado ya, daba trancazos, como esos pasitos de muestra que tiran los caballos de desfile. El frío nos obligaba a tensar la cara, a él, aún más.
Nuestras vidas nunca se atravesaron lo suficiente, fui amigo de sus hermanos, mayores que yo, pero el en realidad curtía otro grupo de gente…nunca supe bien cual, y ocasionalmente entraba y salía en nuestras jodas y reuniones. La misma vida que se encargó de ubicarnos a 3 casas de distancia, convirtiéndonos a su familia y la mía en vecinos hasta que la muerte y las mudanzas nos separen.
Buena gente, de esa que vale la pena encontrar. Esos seres que nos dan el estúpido aliciente de que aún existe gente amable, con pertenencia, nuestra.  Esos que paran en un diluvio y te llevan a tu casa si te encuentran por ahí, los mismos que te abren los ojos para que las porquerías que decidís meterte por algún lado del cuerpo, no sean tan dañinas…o solo te hagan el daño por el cual pagas.
Aquellos que todos los 24 y 31 de noche salís a saludar y te transmiten esa felicidad embustera pero que sirve.  Entre gritos, borracheras perdonables y bombazos violentos que se llevan algún dedo al centro nacional de quemados.
“El flaco” y yo, estábamos muy lejos de esos momentos felices y los dos lo sabíamos, creo que hasta el clima repugnante de este otoño no quería ser menos y como buen sorete acompañaba.
Abrazo y saludos, dieron paso a los apuntes necesarios de esta vida…solo que de su parte, en el boletín de noticias de hoy, había un headline pesado, crónica roja de la linda. El viento redoblo esfuerzos y las luces de la calle más hecha mierda de toda la costa de oro no querían prender.
-Murió El Elbio, mi viejo se pelo….menos mal…es decir una cagada, pero también nos liberó a todos…si, pensé que sabias…en julio va a ser un año ya…
El Elbio…muerto hace casi un año, a 3 puertas de la mía…
Cuando en nuestras vidas no teníamos en claro si la droga o el ejercicio eran más divertidos uno que el otro. Elbio chapaba la bici y nos acompañaba a correr por el balneario, nos daba charla, de esa que no requería respuesta, mientras controlábamos la respiración a paso redoblado.
Por las noches, le robaba a mi vieja algunas hojas de un árbol que le hacía bien para la presión de la vista.
Tiraba ocurrencias como una ametralladora de anécdotas y risas… y si, seguramente, tendría cadáveres hediondos en su ropero, como todos nosotros, y lejos de ser una eulogy, post mortem de un réquiem con casi un año de fecha de expiración, esto es una reflexión de mierda. De como todo cambia y nos estamos muriendo de a poco, como Elbio, cerca de mucho y lejos de todo.
“El flaco” siguió su rumbo, de costado, duro y encajado…y yo también sin dureza ni encaje.

 Y ahí me pego, en el pecho, fuerte, junto a mi estaba, estuvo, en todo momento, mi hijo de 11 años, en esa noche, en ese encuentro. 
Lo mire, y apretaba la boca por el frío mientras caminábamos…me di cuenta que alguna vez, en alguna calle, en algún encuentro…también le contara a alguien de su liberación… 

Braulio K. 

4 comentarios:

Unknown dijo...

simple, elocuente, sutil.
Sobre todo simple, como esos momentos simples que nos toca vivir día a día. No hace falta complejidad para hacer de una historia, una historia buena.
Salúd Braulio.

Unknown dijo...

me gustó mucho. saludos

Anónimo dijo...

usted lo dijo, corto pero duro. mucha carga nostalgia al igual que el de la higuera. muy bueno muchachos.
Rafa

Anónimo dijo...

fuerte, especialmente en estos frios y melancolicos dias invernales